La llegada de mi abuela la anunciaba su entrañable mezcla de agua de colonia y laca Elnett. Durante años esas fragancias me trasladaban a su imagen. Gracias a ella dejé de morderme las uñas. A ella le robé mi primera barra de labios. De ella aprendí la importancia de llevar el pelo siempre a punto. Aunque debería haberle hecho más caso, creo que muchas de mis buenas costumbres se las debo a los buenos consejos que siempre me dio. Mi abuela me grabó a fuego que nunca se puede salir de casa sin pendientes y/o los labios sin pintar. Cepillar el pelo cada noche para aportarle brillo, aclararlo con vinagre de manzana, exfoliar el rostro con un paño de muselina, usar cold cream de toda la vida, recurrir al barro, a la sal y al aceite de oliva para tener una piel suave. Si te das cuenta, muchas de esas costumbres siguen vigentes.

Vamos a compartir algo de su sabiduría.

Cepillar la melena cada noche.

No sé si tienen que ser cien o doscientas veces (como dice la leyenda urbana) pero lo que sí es cierto es que viviendo en la ciudad, se impone el cepillado nocturno. Bien lo sabían nuestras abuelas, que no conocían el champú seco ni gozaban de la ayuda de secadores supersónicos. Si quieres que el pelo te dure más tiempo limpio, cepíllalo cada noche para retirar polvo y cualquier sustancia que se haya adherido durante el día. Eso sí, sin ser demasiado brusca para no estimular las glándulas que producen la grasa.

Estos y mas secretos de nuestras abuelas iremos compartiendo con vosotros.

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